El encargo surgió como parte de un concurso público, en el que participamos junto al arquitecto Ignacio Mendaro. El programa era ambicioso: aulas para infantil, primaria y secundaria, espacios comunes, comedor, administración y un polideportivo. Todo ello sobre una parcela en los límites urbanos de Guadalajara.
Durante los casi cuatro años que duró el proyecto, formé parte del equipo desde la fase creativa hasta la entrega final de obra. Fue un ejercicio de continuidad, detalle y aprendizaje. Un proceso que no solo exigía responder al programa, sino hacerlo desde la arquitectura como forma de acompañar la infancia.


La transformación
La idea fundacional del proyecto fue clara: las aulas de infantil serían el motor del conjunto. Cada una con un color diferente, identificable desde los patios privados y desde el pasillo central. Volúmenes prismáticos independientes, separados por patios, que conforman un sistema de claro oscuros pensados para jugar con la luz y generar sorpresa.
Sobre esta base se articulan las aulas de primaria y secundaria, en un volumen lineal que refuerza la horizontalidad y deja que el color de las piezas infantiles prevalezca. La luz se regula con una celosía continua, que protege y matiza. El conjunto se completa con una rampa que conecta el cuerpo principal con el volumen independiente del polideportivo.
Un colegio donde la arquitectura es juego, ritmo y materia.
Créditos
Proyecto de Ejecución y Dirección de ObraIgnacio
Mendaro Corsini
Blanca Rosa Gutiérrez Rodríguez (colaboración)